#Americana2021 – Black Bear
Aubrey Plaza se ha convertido en todo un reclamo para aquel que disfruta de los proyectos con personalidad. Su presencia en una película suele garantizar, además de una interpretación singular, una idea que difícilmente dejará indiferente. Convertida a base de constante trabajo en una de las caras más reconocibles del cine independiente americano, su semblante maquiavélico transita entre registros que siempre se ven salpicados por lo extraño de su negro humor.
Black Bear es desde luego un proyecto tan singular como es requerido para que Plaza forme parta de él. Lawrence Michael Levine, director de “Wild Canaries”, propone un juego no apto para todo tipo de curiosos. Un ejercicio de metacine que, pese a lo reprobable que es usar este termino a la hora de describir una película, funciona exactamente como eso: un ensayo dividido además en dos diferenciadas partes. Sobre los límites del arte y la justificación de la exposición desmesurada por medio de la misma. Todo aquel que haya pisado un rodaje alguna vez sentirá de forma muy propia los miedos y tensiones presentados en Black Bear. Miedos tan diarios como el no estar a la altura, el ser juzgado continuamente o el temor a no dejar huella. Todo ello construido mediante una narrativa criptica y poco benevolente con el espectador, que a su vez aporta una libertad individual a la hora de sacar conclusiones propias, lo cual justifica ese carácter de ensayo o ejercicio mencionado más arriba.
El propósito de la película no parece ser en ningún momento llegar a una conclusión cerrada. Se sostiene en la creación de debate. Tanto uno interno con el propio espectador durante el visionao, como aquel generado posteriormente en que el contraste de ideas construirá una película casi nueva una vez esta haya terminado. Y la magia no reside tan solo en esto, sino precisamente en la intencionalidad de que ello suceda por parte de sus artífices. Lo fraccionado de su narrativa, la extraña gestión de la información, y algún momento que divaga entre el surrealismo lynchiano y la mala baba de Yorgos Lanthimos hacen de Black Bear una película tan compleja como fluida. Y es que, precisamente gracias a un gran trabajo actoral perpetrado no solo por Plaza -que bien es cierto que destaca junto con un sobresaliente Christopher Abbott– sino por un elenco completo capaz de traspasar la pantalla a partir de la cercanía, la película es capaz de reproducir a la perfección la intensidad vital de dos situaciones de difícil gestión emocional. Llevando a sus personajes hasta extremos realmente incomodos.
Black Bear tiene muchísimos elementos, y números, para convertirse en uno de los pelotazos de este Americana 2021. Sus reflexiones acerca de la pareja, lo pasional y el arte vislumbrados a través del prisma cinematográfico fascinarán a aquellos que sientan una conexión vital con el medio sea cual sea su perspectiva. Es importante no caer en el exceso de visión analítica y, en lo posible, dejarse llevar por esta capacidad de crear realidad en pantalla como si tras la tela no hubiese nadie mirando… todavía.
A recordar: Las conversaciones post-visionado, que reconstruyen una segunda película, si cabe, aún más potente.
A Olvidar: todo aquello que hayamos tenido que intentar justificarnos durante su visionado.