Diario de a bordo Sitges 2021: día 5

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11 de octubre 2021, día 5

Dicen que cuando uno está a gusto, disfrutando y haciendo lo que realmente le apasiona pierde la noción del tiempo. Y justamente eso es lo que nos estaba pasando. Casi sin darnos cuenta ya nos habíamos plantado en el quinto día de festival. Habíamos alcanzado el ecuador de esta edición.

Halloween Kills, de David Gordon Green

Halloween Kills resultó ser un festival de muertes sin ton ni son

El día se preveía intenso. Teníamos seis proyecciones por delante. La primera como no, a las 9.00 de la mañana, en el Auditori. La esperada Halloween Kills, dirigida de nuevo por David Gordon Green. La cinta empieza justo donde lo dejó su antecesora “La Noche de Halloweeen” (2018) y si bien es cierto que esta nueva entrega es más oscura y contiene alguna de las muertes más gore y bestias de la saga, también lo es que adolece de ser una película de transición. Eso hace que la propuesta no acabe de funcionar como debiera. Entre guiños y flashbacks se esconde menos mano con la nostalgia de la que tenía su antecesora. Tocará esperar al estreno de la última entrega para ver si nos reconciliamos bien con un Michael Myers que, en esta ocasión, no nos dio todo lo que esperábamos de él.

Knocking, de Frida Kempff

Knocking desarrolla sus ideas a partir de la introspección y el minimalismo

Salimos corriendo del Auditori para llegar a tiempo al Retiro para el segundo pase. “knocking” producción sueca dirigida por Frida Kempff.

Sitges es también un espacio para el descubrimiento de talentos (relativamente) desconocidos. Frida Kempf tiene a sus espaldas una holgada carrera como cortometrajista y documentalista, pero esta es su primera incursión como directora en el largometraje de ficción. Y su visión corresponde a la perfección con la definición de talento emergente. Tal vez Knocking no sea en absoluto una película redonda, pero si presenta una forma de narrar muy propia, conseguida en conjunto con una maravillosa Cecilia Milocco que dota a su personaje protagonista de una singularidad más que reseñable. Una propuesta capaz de hacer de la inventiva su mayor recurso, ya que su universo es realmente pequeño (y claustrofóbico). Indie puro, con todos sus códigos y peculiaridades que, pese a un ritmo difícil, recompensará generosamente a los fans de esta clase de trabajos.

Tocaba reponer energías, pues la tarde se presentaba movidita. Nos tocaría dividirnos para poder gozar de las cuatro sesiones que se nos veían por delante. Aquella tarde visitaríamos las cuatro salas de cine del festival y nos llevaríamos más de una agradable sorpresa.

Barbaque (Some Like It Rare), de Fabrice Eboué

Barbaque (Some Like it Rare) hace comedia con temas candentes y controvertidos y sale airosaBarbaque (Some Like It Rare) cinta francesa dirigida por Fabrice Eboué, es ese tipo de películas que a uno le hace darse cuenta de por qué se viene al festival. Risas, muchas risas, a base de un humor negro delirante y unos personajes tan desquiciados, que consiguen conectar a la perfección con el efusivo público del festival, que se dejó las manos aplaudiendo en Tramuntana. Lo que podría ser la historia de un matrimonio en crisis convencional se convierte en una historia de razonamientos imposibles. Una premisa clásica, relaciones absolutamente histriónicas y muertes tan locas como surrealistas. Sin duda alguna esta fue una de las sesiones más festivaleras de esta edición. Una gozada.

El Páramo, de David Casademunt

El Páramo nos presenta a una Inma Cuesta sobresaliente

Todavía entre risas y contando cuantos colectivos habían sido ofendidos en el pase de Barbaque, nos adentrábamos en el Auditori para ver “El Páramo”, producción nacional y opera prima de David Casademunt. Un Western minimalista que se acaba convirtiendo en un cuento de terror. En ella, una familia vive apartada de la sociedad y el miedo se convertirá en su peor enemigo cuando una criatura parece estar acechando su refugiado núcleo familiar. Si bien no se trata una película que aproveche la propuesta con (posible) monstruo para dotarse de espectacularidad si que es capaz de suplir esa necesidad a través de una magistral Inma Cuesta que devora la pantalla. El espectador puede sentir con ella y conectar con su necesidad de llegar hasta donde haga falta para proteger aquello que más quiere: su hijo. Próximamente se estrenará de la mano de Netflix para que todos podamos disfrutar de ella.

Beyond the Infinite Two Minutes, de Junta Yamaguchi

Beyond the Infinite Two Minutes enamoró con su propuesta de divertida sci-fi minimalista

Bajamos hasta el Prado para una doble sesión nocturna. Empezábamos con una pequeña producción japonesa dirigida por Junta Yamaguchi, “Beyond the Infinite Two Minutes”, se convirtió en una de las grandes sorpresas de esta edición. Algo parecido (aún que el fenómeno fue a menor escala ya que en este caso no tuvimos a todo el equipo interactuando con el público por Sitges) a lo que pasó con la maravillosa “One Cut of the Dead” en 2017.  La propuesta indie japonesa es pequeña en medios, pero gigante en originalidad y consecución de las ideas. Divertida, sorprendente y nada repetitiva (algo poco habitual en esta clase de propuestas con bucle temporal). Es sin lugar a dudas una de las joyas que el festival nos ha regalado este año.

Mad God, de Phill Tippett

Mad God se alzó como una de las favoritas del festival para muchos

Si, obviamente el cansancio empezaba a llamar a nuestra puerta, pues el día había sido largo e intenso. Pero nos quedaba un pase más. Uno muy esperado por algunos de nosotros y, sin duda, una de las propuestas más únicas de esta edición. Treinta años ha tardado el maestro de los efectos especial Phil Tippett (Jurassic Park, El Retorno del Jedi) en dar vida a su ultrapersonal Mad God.

Y es que, literalmente, la odisea viscosa y mugrienta de Tippett está fabricada con el material del que están hachas las pesadillas. Su narrativa es tan confusa como innecesaria de seguir. Si uno es capaz de usar en el juego que propone la película, será capaz de disfrutar de este viaje que se apoya sobre unos pocos pilares conceptuales básicos y que funciona más como una alegoría en todo su esplendor. Stop motion de una calidad y gusto por el detalle sublimes pese a cargar con unos niveles de viscosidad y desagrado que pueden sacar de la película a más de uno si el efecto 2011: Una odisea en el Infierno no lo hace antes. Para muchos una obra maestra, para otros algo que no recuperar jamás. Nosotros nos posicionamos con el primer grupo y somos incapaces de dejar de pensar en ella.

Y ahora sí, agotados pero contentos nos fuimos a descansar. Empezábamos a notar la falta de sueño y no queríamos que eso nos impidiera seguir disfrutando de un festival que, por el momento, nos estaba haciendo gozar de lo lindo.

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