El Cover

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Todos conocemos el trabajo de Secun De la Rosa delante de las cámaras. Ha colaborado con nombres tan destacados como Alex de la Iglesia, los Javis o Borja Cobeaga.  en sus interpretaciones siempre se adivinó pasión.  Así que su debut a la dirección estaba llamado a ser uno de aquellos que apelan directamente al corazón.

Benidorm es una ciudad conocida por su bella sordidez. Una especie de Las Vegas con el mismo glamour reciclado, pero sin la grandilocuencia de encontrarse al otro lado del charco. Dani trabaja como camarero en esta pequeña ciudad de las luces y ama la música tanto como teme al fracaso. Un temor heredado que además se verá incrementado por su desapego hacia los artistas de covers, que se ganan la vida actuando en bares y hoteles y de su ciudad.

Una premisa cargada de romanticismo y con más pasión que autocontrol. “El Cover” cuenta con todos los elementos para crear un crowd pleaser tan singular como efectivo. Sin embargo, De La Rosa suelta demasiado las riendas de su película y esta termina desbocada. El concepto base del qué parte necesita de un recorrido mínimamente calculado para resultar efectivo. Por desgracia los cimientos están, pero un envoltorio algo caótico nos impide verlos con claridad.

Si algo ha caracterizado siempre la personalidad interpretativa de De la Rosa es una pasionalidad poco preocupada por el exceso.  Y si algo es innegable cuando uno se enfrenta a su ópera prima como director es que este carácter está tatuado a fuego en toda ella. Desde luego, estamos ante un trabajo que pide de una festividad así de intransigente. Pero es muy difícil poder plasmar la intensidad y la euforia de forma meticulosa y en este caso esta búsqueda de la espontaneidad termina engulléndose a sí misma.

El problema es que este desbarajuste queda plasmado en todos los elementos principales que construyen la película. Desde un guion que intoxica las interpretaciones hasta una dirección subrayada por el montaje. El elenco está entregado a la causa y hace lo que puede con un texto excesivamente literario qué es el principal impedimento de cara a lograr este carácter espontáneo. A nivel interpretativo destaca sobre todo su pareja protagonista: Alex Monner y Marina Salas que luchan por aportar una cercanía de calle a unos diálogos que rezuman teatralidad. Tal vez la interpretación más completa y convincente sea la de Carolina Yuste que interpreta su versión de Amy Winehouse con más detalle del que el propio texto le permite.

Desde luego es encomiable lo apasionado de la intención de De la Rosa. En la película queda patente la verdad en la mirada que quiere plasmar. Sin embargo, no es suficiente para qué El Cover termine siendo un trabajo suficientemente completo. Sus ganas sumadas a un temor a que su discurso quede a medias derivan hacia una inevitable sobreexplicación. un subrayado continuo plasmado de forma demasiado ortopédica tanto en el texto como en el resultado final, haciendo un uso más que cuestionable de recursos como el flashback o la voz en off.

Así pues, y por desgracia, El Cover no solo termina resultando menos satisfactoria de lo aparente, sino que además su aspecto final es el de una obra construida a parches y con algo de miedo escénico camuflado entre lentejuelas y brillos.

Y, pese a todo, existe algo en la vitalidad que contiene que hace que valga la pena. Tal vez es lo limpio de sus intenciones, tal vez lo tierno de su mirada. Pero es innegable lo apasionado de la voz con que relata.

A recordar: sus incontenibles ganas de transmitir apasionadamente lo que cuenta.

A olvidar: muchos de los vehículos que elige para hacerlo.

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