#Americana2021 – El Verano de Cody (Driveways)
Pese a haberse llegado a encasillar en un estatus de género más que de estilo, el cine indie moderno se ha convertido en un lago al que en muchas ocasiones le hacen falta olas. Una calma agradable en la que encontrar una estabilidad, pero que solo es peligrosa cuando cae en ella aquel que no sabe nadar. Muchas veces para sentir algo de emoción hay que acercarse a las zonas más profundas en las que no hacer pie. En la que, pese a que uno sepa nadar, siente un poco la estimulante emoción.
El Verano de Cody (Driveways) pertenece a esa zona del mapa. A una corriente cinematográfica centrada en una transcripción de la realidad que no pretende más que hacer efecto espejo y mostrarnos que en lo diario y lo mundano también hay grandeza. Tal vez el mayor problema de la película sea que pese a la intensidad con la que funciona durante su visionado, su recuerdo es poco perdurable en la posteridad. Al fin y al cabo, olvidamos con mucha facilidad momentos de nuestras rutinas, por mucho que pertenezcan a etapas que han significado mucho para nosotros mismos.
Lo que resulta realmente interesante de la propuesta de Andrew Ahn es el ejercicio realizado al darle la vuelta al concepto del verano del aprendizaje. Películas como Stand By Me o la más reciente The Florida Project utilizan el calor y la brillante luz del día para dar forma al coming of age a partir de heridas generalmente abiertas y cerradas en el propio ciclo de la película. Sin embargo, El Verano de Cody funciona en ambas direcciones, ya que se basa más en el entendimiento real del trauma. La digestión en vez de la solución. El proceso de curación de una herida es tan o más importante que el resultado para somatizarla.
Esto se sustenta en varios pilares que sobresalen por encima de un guión que por si mismo queda más plano de lo que gustaría. La principal baza con la que juega no solo esta película sino todo un estilo son sus actores. Y en este caso el plantel es extraordinario, desde su trio protagonista al último secundario entre los que destaca un Jerry Adler muy por encima de la simpleza de ablandar al espectador con un papel que baje las defensas. Cada mirada de Del (Brian Dennehy) transmite no solo verdad sino también un mensaje. Cada sonrisa de Cody (Lucas Jaye) le llega al espectador en forma de recompensa y la forma en que Hong Chau gestiona el arco de Kathy es una clase magistral de entendimiento y empatía. Gracias a ello Ahn puede dar rienda suelta a un uso del lenguaje tan discreto como impulsado por las ideas. El uso del montaje paralelo está especialmente pulido para que la emoción entre por el canal correcto. Precisamente por esto es por lo que a veces el subrayado musical (por bella que sea la partitura de Jay Wadley, que lo es) es excesivo y cae en una obviedad solo justificada en la inseguridad.
Lo inofensivo de El Verano de Cody no exime su valor, ni cinematográfico ni emocional. No hay batalla más épica que la que cada uno lucha por dentro. Una batalla que solo se puede crear desde una transparencia e intimidad que no está tan al alcance de cualquiera como pueda parecer.
A recordar: la intensidad creada a partir de lo íntimo.
A olvidar: precisamente, su poca perdurabilidad en el tiempo.
En provoca veure la.
Escrius molbe i molt dens.
Fas, a travers de les tebes critiques, que veiguem mes enllà d’el que veuríem sense haver-te llegit.