Kujira Gami – 鯨神 – The Whale God (1962), de Tokuzo Tanaka
Una de las luces que se nos encienden al apuntar hacia Japón como referente cinematográfico es, sin duda, la que proyecta en nuestras pantallas y graba en nuestra memoria sus fascinantes bestias titánicas e inconmensurables. Los Kaiju.
Aunque presumiblemente su origen proviene del rico folklore de estas tierras, y más concretamente de la criatura conocida como Kaijin u hombre del mar, los Kaiju propiamente son un concepto que adquiere su más amplio sentido bebiendo de la literatura, del manga y el cine. Crece asentando sus raíces en los desastres medioambientales derivados de las varias desdichas nucleares acaecidas en Japón durante el siglo veinte, con repercusiones que afectaron no solo en lo físico sino en lo espiritual y lo moral dejando profundamente marcada de por vida a esta nación.
Por otro lado, las Kaiju Eiga no están exentas de influencias externas, ya que películas tales como “King Kong” (1933), de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack o “20.000 Leguas de Viaje Submarino” (1916), de Richard Fleischer también fueron (desde Occidente) un punto de inflexión en el nacimiento de este género tan característico dentro del cine nipón. Hasta el punto de llegar a realizarse crossovers legendarios como “King Kong Contra Godzilla” (1962), de Ishirô Honda mucho antes de versiones actuales repletas de efectos digitales y presupuestos descabellados. O “Frankenstein vs Baragon” (1965), también de Honda, una reinterpretación bastante sui generis de la obra de Mary Shelley con un Frankenstein del tamaño de la Torre de Tokio.
Es así como “Godzilla” (Ishiro Honda, 1954), Gamera (“El Mundo Bajo el Terror”, Noriaki Yuasa ,1965), incluso “Ultraman” -con su serie de televisión en 1966- y la infinidad de criaturas asociadas a dichas franquicias, son las responsables de engrosar el bestiario particular de este género que tanto ha cautivado a muchos de los seguidores del cine que se concibe en las islas. Un cine que aun a día de hoy y tal vez con más razón de ser que nunca, ha rebrotado desde occidente, recibiendo el testigo fílmico nipón con un sinfín de títulos que pasan ya a engrosar el extenso almanaque de criaturas colosales de este inconmensurable género.
Es en este punto de partida donde situamos “Kujira Gami” – “鯨神, del director Tokuzo Tanaka, el cual recreará la vida de una comunidad pesquera que vive amenazada y atemorizada por el titánico dios ballena.
Basada en la novela de Keichiro Uno, que curiosamente alcanzo su reconocimiento escribiendo novelas eróticas que posteriormente servirían como inspiración para innumerables películas de la productora Nikkatsu, especializada en Pinku Eiga y Roman Porn (cine erótico japones). Kujira Gami podría ser comparada con “Moby Dick” de Herman Melville (1851) si quisiéramos encontrar un símil Occidental. Aún que pocas cosas tienen que ver con esta, más que la aparición de una inmensa criatura marina con forma de cetáceo, así como el eterno enfrentamiento entre Hombre/Bestia que anteriormente mencionábamos.
De este modo Tokuzo Tanaka decide adaptar dicha novela, en un riguroso blanco y negro que otorga a toda la obra ese aspecto sucio y decadente que casa a la perfección con toda la trama argumental, así como con su notable fotografía.
Tanaka nos narrara la vida y lucha de un pueblo pesquero muy humilde, desde el prisma de dos de sus habitantes. Shaki interpretado por Kojiro Hongo y Kishu encarnado por el gran Shintaro Katsu, más conocido por sus roles como Zatoichi, el masajista ciego, que le ocuparían cerca de tres décadas interpretando dicho personaje en las innumerables adaptaciones tanto para la gran pantalla como en televisión.
En el transcurso de la historia vamos conociendo y adentrándonos en las vicisitudes de ambos protagonistas y sus familias. Resultando algún que otro tramo de la narración más denso, a la par que dramático y cruel en función del personaje. Todo ello acabará culminando en la esperada batalla final que enfrentará a nuestros dos protagonistas contra el descomunal dios marino en un apoteósico final.
A recordar: Descubrir joyas del Kaiju Eiga que van más allá de la fantástico/ciencia-ficción tradicional y cuyas bestias bien podrían ficharse al género.
A olvidar: Tal vez haya tramos en la obra que resulten tediosos, pero que bien valdrá la pena superarlos para disfrutar de su tremendo fin.