La Clásica Historia de Terror
Netflix se ha propuesto aterrorizarnos el mes de julio a base de constantes estrenos de terror, entre los cuales destaca la trilogía-evento: “La Calle del Terror”.
Más discretamente, la plataforma estrenó también “La Clásica Historia de Terror”, un entretenido pastiche de referencias autoconscientes que hará disfrutar a los fans, y a su vez los dejará con ganas de más.
Es cierto que desde hace tiempo no veíamos un producto tan descaradamente exploit a la clásica. Los italianos siempre han sido especialmente buenos en esto de replicar los grandes éxitos del momento y exprimirlos sin pudor alguno. Muchas veces con resultados que terminan siendo de agradecer. Así que, sin pudor alguno, Roberto De Feo (director de la reciente “La Maldición de Lake Manor”) y Paolo Strippoli se embarcan en un viaje referencial que funciona mejor como concepto meta en si mismo que el propio guion de la película.
Y es que este quiere jugar a la autoconsciencia cómplice mediante un personaje que, desde buen principio, resulta cargante y menos orgánico de lo que se cree. Su papel desde luego es clave, pero representa la parte de la película que más hubiese agradecido otra vuelta al tratamiento.
Sin embargo, hay muchas cosas que funcionan bien en esta clásica-pero-a-la-vez-no historia. Todo el tramo inicial juega muy bien con un misterio de origen, como no, clásico pero no teme jugar con la actualidad de lo inverosímil. La falta de coherencia desorienta lo suficiente como para que no sea necesario que, de nuevo, el personaje de Francesco Russo nos recuerde y referencie lo extraño de la situación en un guiño continuo al espectador que hasta en “Funny Games” resultaba más espontaneo.
Los referentes que la película utiliza son claros y tienen todo el sentido del mundo a la hora de construir la reminiscencia del terror al que el espectador está habituado. La base es clásica. “La Matanza de Texas” late constantemente tras esa desaturación de unos colores extremados y tras la construcción de un relato con furgonetas y reuniones familiares. De esta misma también parece querer extraer la grima a través del fuera de campo en los momentos de torture porn más extremos. Sin embargo, esto solo está en las manos de unos pocos elegidos, y De Feo y Strippoli no son Tobe Hooper. En este sentido la película se siente blanda y poco atrevida. Un coitus interruptus de manual.
Que el folk horror vuelve a estar de moda no es ningún secreto, así que este será el referente principal temático al que se aferrarán los creadores a la hora de dar forma a su historia de terror neo-clásico. Se ha hablado mucho de “Midsommar” como el espejo en el que se mira la película, pero es incluso más clara la influencia de la propia influencia. Y es que “The Wicker Man” está presente en la película de una forma casi literal. Sin embargo, y pese a los elementos disruptivos de la lógica en cuanto al devenir de los acontecimientos, con lo que no se juega aquí es con esa ambigüedad tonal tan característica de ambas predecesoras. El culto aquí va a por todas. Y funciona. De hecho, todo lo referente a este termina siendo mucho más atractivo que cualquier juego de guiños. Nos quedamos, de hecho, con ganas de jugar más al gato y al ratón con una final girl tan excelente como es Matilda Anna Ingrid Lutz, a la que ya vimos partir la pana en la excelente “Revenge”, de Coralie Fargeat (2017).
La sensación con la que uno termina de ver “La Clásica Historia de Terror” es la de haber asistido a un constante tira y afloja entre distintas vertientes que nunca terminan de completarse. El conjunto se siente fraccionado y todos los elementos saben a incompleto, lo cual termina condenado al ridículo el concepto base. Su condición de entretenimiento la salva por ese lado, pero su carácter metacinematográfico hace que se crea más inteligente de lo que termina siendo. Aún así, un rato entretenido no nos lo quita nadie, y hay en ella elementos suficientes (es prácticamente un escaparate de ello) como para que encontremos el que nos gusta.
A recordar: todo lo referente a la mitología del culto y como Ingrid Lutz se enfrenta a ello.
A Olvidar: Demasiadas vueltas para llegar a una conclusión algo ridícula.