Makai Tensho – 魔界 転 生 – Samurai Reincarnation (1981), de Kinji Fukasaku
Las Historias basadas en el Japón feudal (1000 AC-1600 AC) y el periodo Tokugawa o era Edo (1600 AC-1868 AC) han sido una temática recurrente en la amplia filmografía que caracteriza a lo que en occidente conocemos sobre el cine realizado en las tierras del Sol Naciente. En esta ocasión hablamos de una obra realizada por Kinji Fukasaku (深作欣二) a principios de la década de los 80 y que supuso casi la única incursión del director en el género fantástico (Chanbara (チャンバラ) o Cine de samuráis, literalmente cine de espadas) que filmaría en toda su carrera. Hablamos de 魔界 転 生 – Makai Tenshô: Samurai Reincarnation (1981)
Kinji Fukasaku, conocido mundialmente por dirigir “Battle Royale” (2003), debutó como realizador en 1961 con “Hakuchu no Buraikan”, su primera Yakuza Eiga, género con el que adquiriría reconocimiento tanto dentro como fuera de su país. Sobre todo, por el carácter crítico, crudo y nihilista de sus producciones y su visión realista en lo que refiere al contexto histórico-social en las que estas acontecían.
Lejos de ensalzar las virtudes y el glamour de la mayoría de las cintas pertenecientes a este Yakuza Eiga, entre la década de los 60 y 70, Fukasaku se centraba en el trasfondo veraz que dio origen a estas organizaciones que aún hoy en día operan a lo largo y ancho de japón.
Debido a la influencia que ejercía en su concepción del cine, tanto técnica como narrativamente, el neorrealismo italiano y el cine francés de la época, Fukasaku plasmaba sin tapujos la cruda realidad que giraba en torno a la creación de estas sociedades criminales: la pobreza, la humillación y la avaricia. Dejando constancia en sus creaciones de la cólera y frustración generada ante la hipocresía del japón de la posguerra. Un período donde el crecimiento económico significó inevitablemente una gran pobreza para algunos y la desesperación para muchos otros. Y fue el verdadero génesis de la aparición de estas organizaciones criminales que afloraron durante ese período.
“Okami to Buta to Ningen” (The Wolf, the Pig and the Man, 1964), “Japan Organized Crime Boss” (Nihon Bouryokudan: Kumicho, 1969) o “Sympathy for the Underdog” (Bakuto Gaijin Butai, 1971) son una muestra del carácter despiadado, crítico y veraz con el que que Fukasaku dotaba a sus Yakuza Eiga. Especial mención a “Graveyard of Honor” (Jingi No Hakaba, 1975) que a su vez sirvió con el tiempo de especial impacto e influencia para directores tales como John Woo o Takashi Miike, el cual haría su particular remake en 2002.
El punto álgido del género y de su fiel visión de la sociedad de la época lo adquiriría con la saga “Battles Without Honor And Humanity” (Jingi Naki Tataki – 仁義なき戦い, 1973), que consta de 5 películas filmadas en el periodo de 2 años. Protagonizadas por Bunta Sugawara (菅原 文太) que sería uno de los actores predilectos de la obra del director -con las que conocería el reconocimiento como cineasta tanto en japón como fuera de esas tierras- éxito el cual posteriormente daría pie a una segunda trilogía “New Battles Without Honour and Humanity” (Shin Jingi Naki Tataki – 新仁義なき戦い, 1974). Tras este compendio de películas adquiriría, con el transcurso de los años, el valor de pináculo en el género Yakuza Eiga para gran número de cineastas de todo el mundo.
Basada en la novela original de Futaro Yamada (山田 風太郎) escrita en 1967, Makai Tenshô nos cuenta como Shiro Amakusa (Kenji Sawada – 沢田研二) uno de los líderes de la rebelión de Shimabara (1637-1638), que fue un levantamiento armado de campesinos japoneses mayormente cristianos católicos (para sorpresa de muchos occidentales) que se reveló contra la opresión del Shogunato Tokugawa. Amakusa renuncia a dios después de la batalla que acabaría con prácticamente la totalidad de los cristianos revolucionarios de Shimabara.
Debido a la incredulidad y total incomprensión de la permisividad de dios ante la aniquilación de sus fieles y de todo aquel que defendió su creencia y su fe en la batalla, Amakusa decide renunciar a su devoción vendiéndole el alma al demonio para tratar de buscar venganza y acabar con el Shogun para poner fin a la era Tokugawa.
De esta manera, con el Demonio como inspiración y el mal como herramienta, adquirirá una serie de poderes con los que decidirá resucitar una suerte de personajes que le servirán de ayuda en su arduo viaje hasta el mismísimo Shogun y sus tropas. En su camino hacia la venganza se encontrará con el histórico Yugyu Jubei el Samurai (interpretado por el honorable Sonny Chiba 千葉), que tratará de impedir a Amakusa y a sus secuaces renacidos del infierno culminar sus planes de muerte y sangrienta revancha.
De entre los súbditos rebrotados del averno contamos con el también histórico guerrero samurái Musashi Miyamoto (Ken Ogata – 緒形拳 / おがた けん), Lady Gracia Hosokawa y Hozoin Inshun, monje/guerrero lancero, que junto a Kirimaru (interpretado por un jovencísimo Hiroyuki Sanada – 真田 広之) formaran el núcleo esencial de este clan Infernal. A su vez acabará recayendo en sus filas demoníacas Lord Yagyu (interpretado por el también honorable Tomisaburo Wakayama – 若 山 富 三郎) padre de Jubei Yagyu, con el que acabará viéndose enfrentado en combate con tal de erradicar al demonio que posee a su progenitor y maestro espadachín.
Con esta cinta de trasfondo histórico, Kinji Fukasaku nos adentra en un universo de atmosfera cautivadora y siniestra. Demostrando una vez más su habilidad para crear ambientes repletos de detalles y matices con presupuestos reducidos a través de la iluminación y el color (como haría en su momento el gran maestro Mario Bava) así como en decorados construidos con una dedicación y cariño que ensalzan el valor del ingenio y el amor por el detalle artesano en cada plano y escena. Sobre todo, en las de carácter sobrenatural.
A su vez el ritmo y el tempo de la película poco tiene que ver con el estándar del cine nipón, ya que tal vez debido a la influencia del cine europeo, al que hacíamos referencia con anterioridad, otorga un aire más fresco y ligero en el transcurso de todo el metraje.
Asi pues Makai Tenshô es una de las joyas poco conocidas dentro de la filmografía del director. Tanto por su temática como por no prescindir de esa visión critica y despiadada de la sociedad de la época que representa es, a mi parecer, indispensable para quien quiera ahondar en la filmografía de Fukasaku así como en la historia del país del sol naciente.
A recordar: Lo evocador de muchas de sus escenas. Su fotografía, así como la fluidez de la historia.
A olvidar: Creo que me voy a repetir, pero a pesar de su larga duración, casi 120 minutos, el final podría haber sido más dilatado y te deja con ganas de más.