Review de ‘El Hombre del Norte’, de Robert Eggers
Llegó el momento, ‘El Hombre del Norte’, la tercera película del aclamado director Robert Eggers ha invadido nuestros cines. Una producción que no ha llegado exenta de polémica, ya que se trata del primer trabajo del director en pasar por un test screening del cual surgieron temidos remontajes. También por ciertas declaraciones de Eggers sobre lo certero del resultado final de la película con dichos nuevos cortes y por tratarse del salto a los grandes presupuestos de un director más acostumbrado a manejar su autoría en la libertad ideológica de las producciones independientes. La curiosidad nos tenía ya sin uñas, pero nos alegramos de haber confiado.
‘El Hombre del Norte’’ nos narra una clásica historia de venganza en contexto vikingo nacida del encuentro de la tradición narrativa oral y la Gesta Danorum escrita por Saxo Grammaticus. Se dice que este fue el texto que inspiró a Shakespeare para escribir Hamlet, cuyas similitudes son innegables. La historia de la venganza de Amleth (Alexander Skarsgård) transcurre en la Islandia del año 914. Este buscará vengar el asesinato de su padre sea cual sea el precio. Ni los años transcurridos, ni el exilio ni la esclavitud conseguirán frenarle.
El Hombre del Norte desciende a los infiernos de la venganza
Los textos de tintes shakespearianos aparentan ser ideales para un autor como Robert Eggers. Sin embargo, y como ya sucedía en sus anteriores películas ‘La Bruja (2015) y ‘El Faro’ (2019) hay mucho más que el gusto por las historias de época tras el innegable talento del joven director. Sus tres trabajos han demostrado una capacidad para mezclar de un modo más o menos homogéneo lo terrenal con componentes místicos de carácter más etéreo. Sin embargo, estos nunca se han limitado en su totalidad al plano mental a la hora de causar efecto sobre sus personajes. En ‘La Bruja’ veíamos los efectos físicos que, a través de la psique, el fanatismo cristiano infligía sobre una familia de colonos de Nueva Inglaterra. En ‘El Faro’ el carácter lírico, en aquel caso aportado por los relatos y mitos marineros, permitían la entrada del elemento mágico de un modo natural. En el caso del ‘El Hombre del Norte’, Robert Eggers aplica de nuevo la norma adaptando su relato a la poesía de las leyendas nórdicas, cargadas de épica pero también de orgullosa deshumanización.

El viaje del héroe, la grandilocuencia de los diálogos de tiempos pasados o la descomunal magnitud de un paisajismo cargado de espiritualidad, aportan una épica cuyo clasicismo se ve truncado (que no erradicado, ni mucho menos) por el elemento físico, violento y grasiento. Eggers juega con una amalgama de referentes que vá más allá de la mera curiosidad. Consigue construir la épica de un ‘Gladiator’ (Ridley Scott, 2000) usando la mirada contemplativa del Nicolas Winding Refn de ‘Valhalla Rising’ (2009) y dando rienda suelta a la violencia desmedida y de ‘Conan, el Bárbaro’ (John Milius, 1982) en un viaje que mezcla todos estos componentes con la naturalidad de los cuentos y mitos tradicionales.

“Uno de los principales alicientes de ‘El Hombre del Norte’ es la fisicidad que queda impregnada en cada uno de sus fotogramas.”
De hecho, y siguiendo con los referentes, uno de los principales alicientes de ‘El Hombre del Norte’ es la fisicidad que queda impregnada en cada uno de sus fotogramas. Un cúmulo de abrasivas sensaciones que recuerdan a ‘El Renacido’ (2015) de Alejandro González Iñárritu y el calado que la naturaleza ejercía sobre el cuerpo de Leonardo Di Caprio a la vez que sobre el del espectador. El poco uso de CGI (o muy bien empleado, sino) en las batallas, un encomiable trabajo fotográfico de Jarin Blaschke (habitual director de fotografía de Robert Eggers) y un regocijo en el mugriento y salvaje arte de cortar cabezas y rezumar un visceral odio hacia el enemigo definen un estilo que podría haber cruzado la línea de lo paródico pero que, además de mantenerse en su lugar, enriquece continuamente la narrativa.
Y es que uno de los sellos distintivos del director es su minuciosidad a la hora de retratar los contextos de sus historias y la elegancia con la que consigue que formen parte de la narración. En el caso de ‘El Hombre del Norte’, Robert Eggers opta por un retrato de un espíritu guerrero centrado en el abandono de toda humanidad.
Robert Eggers, el poeta de los noventa millones de dólares
Sin perder nunca de vista el humanismo, los personajes abrazan su bestia interior y se dejan guiar por una instintividad que da forma a un guión más centrado en lo sensorial que en cualquier clase de racionalidad. Eggers (que siempre firma sus guiones), coescribió el libreto junto al poeta y novelista islandés Sjón , que recientemente participó también como co-guionista en la flamante ganadora del pasado Festival de Sitges: ‘Lamb’ (Valdimar Jóhannsson, 2021). No es de extrañar siendo así que la narrativa se deje guiar por una impulsividad que, a veces, es tan poderosa como volátil. La trama de ‘El Hombre del Norte’ avanza a un ritmo extraño. Tan extraño como es en ocasiones su propio tono. Algo que no hace más que sumar a su condición de rara avis, que el paso del tiempo posiblemente corroborará.
Incluso personajes de arquetipo tan aparentemente clásico como el de la reina Gudrún, interpretado por una descarnada y magnética Nicole Kidman, se guía por un instinto más primario de lo que su premisa shakespeariana parece indicar. Tan solo Anya Taylor Joy parece ejercer de bálsamo, de música con capacidad de amansar a las fieras. Su penetrante mirada supone de pequeño oasis de paz entre rugidos y gruñidos. De hecho, todo el reparto está tan soberbio que consiguen empequeñecer el buen trabajo de un Alexander Skarsgård tan primario que termina viéndose ensombrecido.
‘El Hombre del Norte’, de Robert Eggers es un salto al vacío por parte de una industria a la que hay que agradecerle cometer esta clase de locuras. Una épica descarnada y rebosante de cruda violencia, pero también tan bella y elegante como toda leyenda pide ser.
A recordar: La epopeya inabarcable de Robert Eggers y el reto de conseguir mantener estilo y voz sobresaliendo entre un presupuesto de noventa millones de dólares.
A olvidar: Que ser tantas cosas distintas como a la vez ningúna en concreto le dificultará alcanzar el estatus de clásico fuera de circuitos más cultistas.
La epopeya inabarcable de Robert Eggers y el reto de conseguir mantener estilo y voz sobresaliendo entre un presupuesto de noventa millones de dólares.
Que ser tantas cosas distintas como a la vez ningúna en concreto le dificultará alcanzar el estatus de clásico fuera de circuitos más cultistas.