Review de ‘La Matanza de Texas’ (2022), de David Blue Garcia
Pedirle a la enésima secuela de terror que esté a la altura de su material original es igual de absurdo que creer que una esta va a cancelar todo lo conseguido por la original. El fin de semana del estreno de esta nueva ‘La Matanza de Texas’ en Netflix ha venido cargado de un desmedido debate corrosivo.
La novena entrega de una saga que nunca ha podido presumir de ser regular (ni siquiera de contar con grandes películas, salvo excepciones) lleva cargando con el sanbenito de ser la hermana tonta desde que sus dos directores originales Andy y Ryan Tohill fuesen despedidos a mitad de rodaje por las clásicas “diferencias creativas”. Al parecer Legendary alegó una preocupante falta de alma y personalidad en el material rodado hasta el momento por el dúo.
Tras ello, tomó las riendas un desconocido David Blue Garcia (‘Tejano’, 2018) quien, a juzgar por el resultado final, fue capaz de insuflar en la película moderada personalidad en forma de amor por el personaje de Leatherface. En esta nueva entrega, el carnicero más temido del sur de la tierra de la libertad se dedicará a perseguir a una numerosa panda de influencers con planes de convertir el pequeño pueblo abandonado de Harlow en su personal parque temático de la generación Z.
El eterno rugir de la sierra mecánica

Mucho se le ha recriminado a esta secuela directa (y van…) de la película original de 1974 con la que Tobe Hooper revolucionaría el género con cuatro perras. Desde una falta absoluta de atmósfera -de tratar de recrear la atmósfera original ya se encargaron las dos películas pertenecientes al timeline del remake: ‘La Matanza de Texas’ (Marcus Nispel, 2003) y ‘La Matanza de Texas: el Origen’ (Jonathan Liebesman, 2006)- hasta de quedarse en el mero slasher genérico -vertiente que lleva siendo la que mejor funciona desde que ‘La Matanza de Texas 2’ (Tobe Hooper, 1986) elevase a la enésima potencia lo truculento y, tras ello, casi todo intento de recrear lo extremo del tercer acto de la película original quedase en manido, vacío y aburrido torture porn de segunda-. Hay bastantes aspectos a recriminar en esta entrega. Pero eso no invisibiliza sus aciertos ni impide que se encuentre entre una de las secuelas más dignas de la colección de rarezas que contiene la serie.
Su trama y discurso están reducidos al mero esbozo. Y es que está claro que Fede Álvarez (‘Posesión Infernal’, 2013) y Rodo Sayagues (‘No Respires 2’, 2021) quisieron apostar desde buen principio por explotar la parte más directa y salvaje del material que tenían entre manos. Como si un disco de Cannibal Corpse se tratase, la película se pone bien pronto las pilas. La presentación de personajes es corta (hay que darse prisa, pues el metraje no llega siquiera a la hora y media) y va directa al grano. Poco tardaran en entrar en juego los pecados del plantel de jóvenes víctimas para que los actos de caracuero puedan ser aplaudidos por el público.
Y es que si en algo no se corta un pelo esta nueva tragedia tejana es en carnaza. El festival de sangre, miembros y picadillo de influencer se nos sirve en forma de crescendo. Intensificandose con moderación hasta que la secuencia estrella de la película abre un tercer acto absolutamente demencial. La simplificación de los personajes y la trama ayudan a que la deliberada exageración en la que se basa este tramo final, en que los más asiduos podrán disfrutar además de una buena dosis de fanservice, funcione tan bien como lo hace.
Sin embargo, en ciertas decisiones tomadas en busca del favor del aficionado se encuentra una de las mayores lacras de la película. La decisión de emular la reinterpretación de Michael Myers que David Gordon Green ejerce en la nueva saga-recuela (gracias a ‘Scream (2022)’ por acuñar un término tan útil) de Blumhouse resulta ridícula. La vuelta de Sally Hardesty (interpretada esta vez por Olwen Fouéré tras el triste fallecimiento de Marilyn Burns en 2014), única superviviente de la matanza original, peca de banal y obvia. La resolución de su trama oscila entre el ridículo del absurdo o la maquiavélica ironía que refuerza lo salvaje e irreverente del tono.
Sea como fuere, todo ello termina siendo mucho más sólido y menos caótico que la reciente ‘Halloween Kills’.
La sierra es familia
Tal vez sea cosa de un romántico intento de racionalizar el absurdo, pero en estos pequeños espacios en los que acierto y error conviven es donde se encuentra gran parte del corazón de esta secuela. Tan tosca y caótica como se presenta, parece contener más escala de grises de lo aparente. Tal vez de aquellas diferencias creativas nazca un cruce de puntos de vista que cree algo de chispa, o tal vez nunca se tuvo demasiado claro donde se quería llegar. Pero al final resultó que la segunda película de David Blue Garcia si tenía alma. Y un latente corazón en el que se puede ver plasmada una devoción por el personaje de Caracuero, colocado esta vez en el centro de la película. Como una especie de antihéroe que lucha contra la gentrificación de unas tierras en que horribles banderas ondean todavía con más orgullo del que deberían.
Cada bando tiene lo suyo. Nadie es perfecto. Tampoco lo es esta nueva ‘La Matanza de Texas’. Pero, desde luego, nos hará olvidarnos de un mundo real, que a veces pide desesperadamente un Leatherface, durante 82 minutos.
A Recordar: Lo cafremente divertido que es su tercer acto y lo honesta que ha terminado siendo una película tan parcheada.
A Olvidar: El intento de recuperar a un icono que, reconozcámoslo, no es Jamie Lee Curtis.
Lo cafremente divertido que es su tercer acto y lo honesta que ha terminado siendo una película tan parcheada.
El intento de recuperar a un icono que, reconozcámoslo, no es Jamie Lee Curtis.