Review de ‘Swan Song’, de Todd Stephens

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‘Swan Song’ llega a Filmin el próximo viernes 28 de enero

Etimológicamente, el término iconoclasta es un rechazo a las imágenes religiosas, y la de Todd Stephens es, esencialmente una herejía plástica (por hermosa) tanto intrínseca como formalmente concebida precisamente con espíritu iconoclasta.

Pat Pitsenbarger (Udo Kier) es un peluquero algo excéntrico, ya retirado, que se escapa de la residencia en la que está ingresado para cumplir con una última voluntad -de una vieja amiga y clienta fallecida- peinarla para que esté perfecta en su velatorio.

De las flores y otros misterios de lo andado

A su tempo acompasado la historia avanza como una suerte de road movie disruptiva y errante. Haciéndose eco de lo andado, como un viaje al pasado que remeda con los personajes de paso y su entorno como contrapunto amargo de lo que fue cuando ya se ha olvidado casi todo.

Y no recuerdo haber visto jamás a Udo Kier así, a este nivel. Ofrece una interpretación monumental que supera las plausibles expectativas, domesticando las emociones desde la madurez que otorgan los años y la experiencia de quién le ha valido lo vivido. Probablemente el papel de su vida.

Permeable a las imposturas y con cierta caligrafía indie, ‘Swan Song‘ encara el conflicto sin estridencias pero con cierto efectismo, por no decir artificio y trucos narrativos amables y condescendientes. Eliminando barreras formales o cargándola de maniqueismos según convenga, que funcionan por el cariz humano que transmite en todo momento.

Celebración de la cultura queer

Pero sobre todo es una celebración de su cultura y su entorno. Un vehículo nostálgico de belleza quebradiza y sabor única en la que su figura juega a perderse en dos tiempos, entre lo que es y lo que fue. Honesta como la mirada de Kier y, buscando al final, la empatía emocional y directa del público, otorgándole el desenlace cerrado que merece. Creíble o no da igual.

Con todo acaba siendo una última y amable cana al aire, un canto a la vida construida a golpe de una narrativa algo más que funcional y con una rotunda fidelidad a sí misma.

A recordar: Udo Kier y sus momentos de soledad hiriente, en los que dirime consigo mismo los conflictos de toda una vida. Pura sabiduría y talento.

A olvidar: Puede pecar a veces de artificiosa y de cierta torpeza emocional. Y de un desenlace que probablemente tampoco esté a la altura de su protagonista.

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