#Terrormolins2021 – Entrevista a Johannes Grenzfurthner, director de Masking Threshold
Durante el festival de Terrormolins 2021 pudimos entrevistar a Johannes Grenzfurthner, director, guionista, interprete y montador de la película ganadora de la sección Being Different: “Masking Threshold”.
Grenzfurthner cuenta con una larga trayectoria como cortometrajista y documentalista a sus espaldas. Pero más allá del cine, sus habilidades e intereses van desde el arte en todas sus vertientes, la ciencia o la política. Para poder aunar y dar forma a tamaño cumulo de inquietudes fundó el colectivo Monochrom en 1993. La creación de “Masking Threshold” nace de la unión de todos estos factores y es, además de una de las películas más únicas del año, es un muestrario de todo lo que conforma la figura del autor.
En la película podemos ver a un personaje profundamente consumido por su obsesión. ¿Como conseguiste trasladar a la pantalla ese proceso de un modo tan meticuloso? ¿Estamos ante un guion referencial o se trata de algo más autobiográfico dadas las inquietudes políticas, sociales religiosas e incluso científicas que tratas en él?
Ciertamente. Soy muy friki, así que fue casi como tomar los lados oscuros de mi ser, y canalizarlos en el protagonista sin nombre. Casi como un exorcismo personal. Creo que la esencia misma del frikismo es la diferencia: querer desafiar a los demás, pero también querer aprender, querer conectar con personas afines es un rasgo esencial de los frikis. Los empollones son personas muy obsesivas. No importa si su atención se centra en los Playmobil de los años 70, los huevos de cocodrilo fosilizados de Utah o los virus informáticos búlgaros de 1991. Pero esta obsesión puede ir en la dirección equivocada. Cuando ya no te interesa realmente el mundo, no te interesa aprender de verdad, la comunicación real con la gente, sino hundirte en tu propio escritorio… como ocurre estéticamente en la película. Cuando tu mundo se encoge de repente y ya sólo se trata de ti.
El núcleo filosófico de la película, que mi coguionista Samantha Lienhard y yo moldeamos en una narración tipo diario, es un miedo común en muchas personas. La visión del mundo moderno nos arranca del centro de la creación y nos reduce a una mota de polvo en el espacio. Incluye el ansia de control, el miedo reaccionario a la regresión y la decadencia, y un terror casi lovecraftiano a la contaminación. Aunque el protagonista es una persona educada científicamente, sus oscuros temores regresivos y su absoluta arrogancia lo desbordan. Es un sabelotodo que despotrica en su laboratorio improvisado, una especie de útero extraño, y sin embargo no sabe nada.
El estilo visual de la película te permite trabajar con el que, asumimos, fue un presupuesto ajustado. ¿Responde este estilo a la falta de presupuesto o el proyecto nace directamente bajo este concepto?
Siempre tuve la idea de crear una película en una habitación, concretamente en un escritorio. Y como estoy superfascinado con las tomas macro y la ampliación visual, pensé que era una forma estupenda de combinar el horror existencial de la psique con el mundo extraño y aterrador de lo microscópico. Podíamos trabajar de forma muy rentable, pero eso era casi un efecto secundario.
Mucha gente dice que es la película perfecta de la era COVID, pero en realidad escribimos y rodamos la película en 2019, antes de que el virus llegase.
Tras la producción de la película se encuentra Monochrom, un grupo de arte, tecnología y filosofía que tiene su sede en Viena. ¿Podrías hablarnos un poco de Monochrom y de cómo se lleva a cabo la producción de una película de un modo tan inusual?
Creo que eso está muy relacionado con mi frikismo. Es inseparable. Mi mentalidad de nerd siempre impulsó mis esfuerzos artísticos. Primero, ni siquiera me interesaba el arte, sino las cosas que me parecían desafiantes. Me interesaba la dimensión política de la ciencia ficción del futuro cercano. Es difícil de imaginar, pero me hice punk y antifascista porque devoraba novelas cyberpunk y veía cosas como la serie “Max Headroom”. Era genial dejarme llevar por el Joker de la baraja, pero el mundo corporativista y sometido de “RoboCop” no era algo que yo quisiera que ocurriera. Me uní a la red de datos FidoNet a finales de los 80. Era una forma maravillosa de entrar en contacto con bichos raros de todo el planeta, recopilando información e interesantes hilos de listas de correo, y poco a poco fue creciendo mi deseo de iniciar una publicación. Así que mi carrera en el arte y la política surgió de mis intereses frikis. A principios de la década de 1990 fundé el colectivo Monochrom. Creamos un fanzine impreso sobre temas cibernéticos, política, cine, arte bizarro y cultura encubierta. Más tarde ocupamos otros formatos como espectáculos de marionetas, Cocktail robots (barmans robotizados), conferencias, juegos de ordenador, películas, experimentos con altas temperaturas… de todo.
Creo que mi forma de crear películas está arraigada a la práctica de encontrar el mejor medio para un determinado mensaje. Y “Masking Threshold”, era obvio que sería una película de terror.
Muchos medios se han referido a ti como un hombre del renacimiento por tu carácter polifacético. Eres director, escritor, artista, dramaturgo y, en este caso, el actor que aporta el cuerpo al protagonista de la película. ¿Cuáles han sido las referencias, cinematográficas o no, con las que has trabajado en esta película?
En general, creo que intento ser lo más independiente posible en mi trabajo artístico. Pero ser verdaderamente independiente es prácticamente imposible en un mundo dirigido principalmente por las fuerzas del mercado. Uno siempre forma parte de la “Wrong Life” de Theodor Adorno. Pero no quiero ser demasiado derrotista al respecto. Hacer cine independiente es casi como cometer un atraco: hay que ser muy, muy cuidadoso.
Creo que mi película puede considerarse dentro de la tradición del “cine extremo”, pero desde luego no al estilo de, por ejemplo, “A Serbian Fim”. Creo que ocupa un área muy específica en el diagrama de Venn del panorama cinematográfico. Es un drama, una película científica educativa, cine experimental, un splatter… todo al mismo tiempo. Y mi intención principal no era escandalizar a la gente, sino tratar de hacerles sentir cómo te deslizas hacia la locura.
La película aborda temas científicos desde un punto de vista técnico y casi didáctico. ¿Cuál es tu relación con el mundo de la ciencia? ¿Ha influido Monochrom y su vertiente más tecnológica en esto?
Desde luego. Al fin y al cabo, no critico el procedimiento de la ciencia, el método científico, per se. Pero tampoco debemos simplificar demasiado las cosas. La ciencia, como cualquier campo social, es compleja y está inmersa en relaciones de poder hegemónicas. También es diferente que un investigador trabaje en un musgo noruego para el que casi no hay aplicaciones comerciales, o que haya una carrera de mercado, por ejemplo, en medicina. Para mí, los verdaderos “científicos locos” suelen ser las personas que se dejan enjaular en un carro que los lleva a distorsionar sus resultados. Se trata de un problema profundamente político y tiene que ver, sobre todo, con el lucro de los fondos de investigación. Michel Foucault dijo con razón: “No es importante lo que queremos saber, sino por qué queremos saberlo”. Me da igual lanzar esta pregunta a un chalado en un bar que al presidente de la Sociedad Max Planck.
Tienes una larga carrera como cortometrajista y documentalista a tus espaldas, pero el terror no es uno de los géneros que más has abordado. Sin embargo, en Masking Threshold deformas la realidad para hablarnos de terrores primarios abordando casi la fantasía. ¿Tenías ganas de hacer una película de terror o simplemente creíste que era un buen vehículo para la historia que querías contar?
Creo que la película se basa mucho en la observación, y en tomarla y ampliarla en un 1000%. Me inspiré en muchos de los hackers que pueblan los hackerspaces y las convenciones informáticas del mundo y, ciertamente, en la clientela masculina y joven de un tal Jordan Peterson. La historia ya gira en torno al hecho de que en el corazón de La Ilustración (El Siglo de las Luces) reside una disonancia cognitiva. Me pareció emocionante dar forma a una persona aparentemente progresista que en realidad es muy reaccionaria. Fue interesante crear una persona que forma parte de la minoría queer, que además lo sabe y lo integra en su identidad, pero que también es un gilipollas. Una persona que es muy privilegiada por tener una licenciatura en física en Estados Unidos, pero que siempre siente que el mundo le debe más. Desde el punto de vista ideológico, no es ciertamente un Anders Behring Breivik, ni el clásico Amok Incel, pero se encuentra con ellos en la locura de las consecuencias.
Aunque de buen principio parezca que Masking Threshold pueda estar alejada del universo de H.P. Lovecraft en realidad comparte muchísimos puntos en común con el horror cósmico desde un punto de vista distinto al que solemos ver. ¿Fue consciente este paralelismo? ¿Eres fan del autor?
Sí, todo eso influye. Mi película “Traceroute” fue mi homenaje documental al frikismo, a los elementos positivos, a lo que vale la pena preservar, a lo que es progresista y underground de esta cultura. En “Masking Threshold” quise dedicarme al lado más oscuro. H. P. Lovecraft ejemplifica esta fascinación como ningún otro y el fandom por él está bien justificado. Eso demuestra la cantidad de gente a la que influyó, desde Jorge Luis Borges hasta Stephen King. Sin embargo, no se puede leer a Lovecraft sin criticarlo. Crítica hacia él, crítica a la cultura racista WASP (White Anglo-Saxon Protestants) de Nueva Inglaterra y crítica a la literatura burguesa y su tendencia a excluir nuevas voces. Lovecraft fue autor y víctima. Estos son también elementos esenciales de mi película.
Aunque dejo abierta la dimensión sobrenatural y no queda claro hasta el final si mi protagonista se lo imagina todo, “Masking Threshold” se inscribe claramente en la tradición del cosmicismo de Lovecraft. Ha habido algunos intentos excelentes de llevar el cosmicismo a la pantalla, pero la mayoría de las veces resulta vulgar. Lo maravilloso de la weird fiction es que no podemos imaginarnos realmente el horror, que el mal transdimensional no es el monstruo de los tentáculos que parece ridículo como marioneta FX o como representación CGI renderizada. Nunca he querido mostrar de qué habla mi protagonista y cómo es el peligro. Pero sí he querido mostrar lo que le impulsa a hacer.
La película se encuentra ahora mismo realizando su recorrido por festivales. Ha pasado por algunos como el Fantastic Fest, A Night of Horror, IndieFEST o el Nightmares Film Festival. Pero nosotros queremos preguntarte por tu experiencia en Terrormolins. ¿Hay algo que te gustaría destacar de tu estancia en el festival?
Fue genial visitar Molins y conocer la historia del festival. Imaginate, empezó antes de la Guerra Civil española… llegó hasta los años de Franco… joder!
Fue un honor increíble estar allí en persona y hablar con el equipo. Cuando terminé la película tuve un momento extraño en el que me sentí muy feliz por el resultado, porque la película resultó ser exactamente como yo quería. Pero luego vino la duda: ¿Quién querría ver esto? Los fans del cine de terror la odiará porque no es una película de terror clásica, los amantes del cine de arte y ensayo la odiarán porque no es lo suficientemente de arte y ensayo… está tan entre los dos mundos. Pero entonces me aceptaron en Terrormolins. Fue el primer festival que aceptó “Masking Threshold”. Y me alegré mucho y sentí alivio: “¡Va a salir bien!”
Por último, ¿que nos puedes contar de “Je Suis Auto”, tu nuevo largometraje que has dirigido junto a Juliana Neuhuber?
Sí. Chase Masterson (de “Star Trek Deep SPace Nine”) pone voz al personaje del título, “Auto”, un taxi autoconducido, y yo interpreto a Herbie Fuchsel, un nerd desempleado que critica la inteligencia artificial. Es una comedia que trata temas como la inteligencia artificial, la política laboral y la cultura del brote tecnológico.
Y también estoy trabajando en un documental sobre hackerspaces y COVID, llamado “Hacking at Leaves”. No tengo ni idea de cuál se hará primero.
Y hay una idea para otra película de terror. Pero no puedo hablar de ella. Muhahahahah.