Sitges 2021 – Review de Titane, de Julia Ducournau

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Menuda voz ha ganado el fantástico con la incursión de Julia Ducournau en el panorama. La directora se alzaba con el galardón a la mejor ídem en el pasado festival de Cannes. Todo un hito para el género, que siempre termina siendo invisibilizado en esta clase de festivales más generalistas que ahora parecen estar ejerciendo de salvadores de un cine que nunca necesitó ser salvado.

El body horror no es un elemento nuevo en el trabajo de la directora. Su opera prima “Crudo” (2016), que se presentó también en Sitges, ya contenía momentos en que el cuerpo se usaba como declaración de intenciones y hacía estremecer al público. Especialmente en un momento en que la cera caliente infligía tanto dolor en lo individual como ha hecho durante años en lo colectivo. La mirada deliberadamente femenina (y feminista) no cargaba con medias tintas y el mensaje se escribía con sangre, como el de toda revolución que se precie.

¿Cómo explicar a que se enfrenta uno cuando se apagan las luces antes de proyectarse esta nueva Titane? Tarea difícil, si no imposible, pues todo responde a un terreno más cercano al campo de las ideas que al de la narrativa convencional. Y ojo, que estamos ante una película narrativa como la que más, pero cada una de las acciones de los personajes se comunica en un lenguaje distinto según el ojo que mire. Y por ello, como todas las grandes películas, enfadará a muchos. Eso es señal de que algo está haciendo bien. Las relaciones entre coches, niños desaparecidos, feminidad, masculinidad, identidad de género y el culto suicida al cuerpo las dejamos para que las descubráis vosotros mismos en las salas de cine. Pues estamos ante una obra tan imprevisible que es absurdo intentar ir preparado.

En su primera película, Ducournau ya abordaba el concepto de la identidad. Aquella vez desde un punto de vista en que lo femenino equivalía al poder mediante el despojo del lastre cargado durante años. Titane, y como si de una continuación ideológica directa se tratase, abre abordando lo femenino como una fuerza incontrolable de la naturaliza. Incluso cuando se muestra en peligro en el amenazante mundo edificado por el hombre. Sin embargo, esta vez este es solo un punto de partida y Ducournau va mucho más allá a la hora de desarrollar el concepto.

La identidad de género no es algo que se pueda definir en una línea. Al menos no a la hora de hacerla entender a un nivel social y unitario. A Titane se la culpa de caprichosa y difusa, tan difusa como el discurso encorsetado que intenta (y consigue) derruir. Y para ello debe ir en busca de todas y cada una de las incongruencias psicosociales construidas a través de los tiempos, que puestas en perspectiva acaban siendo un reflejo del oportunismo que se le puede atribuir a la película.

Una película compleja, desbordante, salvaje e indomable. Un accidente automovilístico enquistado en cuerpo y mente como si ambos fuesen uno solo. De eso sabe mucho David Cronenberg, del cual Ducournau recoge el testimonio más allá de la mera referencia visual. Del canadiense adopta la capacidad de dar forma física mediante la (nueva) carne a los quistes y tumores de la mente. Aquellos que nos arrancaríamos (o cubriríamos con un binder, por ejemplo) cuando nuestra mente no soporta más su propio peso.

https://www.youtube.com/watch?v=iGetrw_4OPs&ab_channel=FilmSelectEspa%C3%B1ol

A través del horror Titane captura de forma extrema el trauma y la dualidad encapsulada en las relaciones que mantenemos tanto con el mundo como con nosotros mismos. La película no se corta un pelo a la hora de mostrar imágenes escabrosas, que despoja de literalidad para que la alegoría se abra paso en la narrativa. En cambio, en cuanto a lo sexual, el cuerpo femenino ejerce de símbolo de poder liderado por una Agathe Rousselle implicada al doscientos por cien. Y en el lado contrario, la simbología hipermasculinizada se muestra frágil pese a su envoltorio revestido de acero. Un soberbio Vincent Lindon encarna tanto esta volatilidad como el maltrato de un cuerpo que será socialmente idolatrado, mientras que todo lo referente a su protagonista sería repudiado. Ambos dos son esclavos de sus limitaciones físicas que se convierten en los terrores que conducen su vida.

Estamos ante una de las películas más imprevisibles e incontrolables de los últimos tiempos. Jamás el espectador podrá avanzarse al siguiente paso de Titane. Nosotros recomendamos no tratar de hacerlo, pues la predisposición puede jugar malas pasadas y acotar nuestra perspectiva. Olvidaros de heterogeneidad entre actos, de lo posible y lo imposible. Olvidad para poder seguir aprendiendo, pues el mundo está en constante evolución y no vale la pena quedarse atrás.

A recordar: el impacto que causará sobre todos y cada uno de nosotros. Independientemente de si es para bien o para mal.

A olvidar: que aferrarse a lo convencional nos impida ver todo aquello que se esconde tras el caos.

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