Venom: Habrá Matanza
La transcripción de Venom, uno de los villanos favoritos de los fans de Marvel cómics, a la gran pantalla ya ha resultado fallida en mas de una ocasión. Por un lado, la infame (aún que por momentos defendible) “Spider-Man 3” de Sam Raimi pecó del síndrome del final boss, construyendo poco mas que un mero flash de lo que el villano podría haber llegado a ser. Por otro, la primera adaptación en solitario del bromance entre Eddie Brock (Tom Hardy) y el simbionte, de la mano de Ruben Fleischer, que combinaba el reflejo de la eterna lucha productor-creador y a su vez una dirección vaga y sin poder estético.
Sin embargo, el público parece seguir confiando, pues Venom: Habrá Matanza se convertía en la película más taquillera en Estados Unidos desde el inicio de la pandemia. Mas de 90 millones de dólares recaudados en su primer fin de semana. Y muchos se preguntarán el porqué, pues todos los avances que hemos podido ver apuntaban en la misma dirección que una primera parte que nunca convenció ni a crítica ni a público.
En esta secuela directa Eddie Brock y Venom siguen tratando de encontrar la forma de sincronizar sus vidas. Mientras buscan la harmonía, Eddie sigue ejerciendo su trabajo como periodista de investigación colaborando con la policía, mediante el cual terminará acercando al mundo el testimonio de Cletus Kasady (Woody Harrelson), un asesino en serie condenado a la pena capital. Debido a la falta de autocontrol de Venom, Kasady terminará sacando provecho de los poderes del simbionte.
Es orgánicamente normal que cuando el público piense en el eterno enemigo del hombre araña lo conciba de un modo oscuro y despiadado que casa poco con el tono generalista construido por Marvel (independientemente de a que universo pertenezca ahora mismo el simbionte). Llegados a este punto, podríamos decir sin miedo a equivocarnos que adaptar al personaje sin aportarle una base de incorrección y un tono medianamente adulto no tiene sentido. Desde luego no funcionó la primera vez.
Pero, al contrario que en aquella infame primera entrega, la secuela de Andy Serkis sabe encontrar su lugar entre el caos. Un lugar que huye de la justificación y nace de la aceptación. En la Venom (2018) original nos encontrábamos con una película luchando desesperadamente por convencernos de que estaba por encima de lo que aparentaba ser (mientras Hardy interpretaba algo mucho mas cercano a lo que consigue transmitir la secuela). Un quiero y no puedo. Sin embargo, lo que Serkis ha conseguido mediante la redefinición del tono de su nueva película es que esta pueda, hasta donde quiera. Y es que Venom: Habrá Matanza carga con muchos de los problemas de la primera entrega, pero gracias a la autoconsciencia (que nunca exime de nada, pero ayuda) consigue que estos no pesen tanto y puedan ser obviados con menor dificultad.
De nuevo estamos ante una película en que la oscuridad y brutalidad son mera pantomima. Esto no es El Escuadrón Suicida (James Gunn, 2021). Existe en Venom: Habrá Matanza un supuesto tono adulto que es puro plástico. Incluso el personaje de Masacre -que por cierto está plasmado mediante unas texturas que, pese al muy visible CGI, lo hacen aterrador- infunde más miedo por su verborrea que por sus acciones. Un charlatán que constituye un villano muy clásico y a su vez se perfecciona gracias a su relación con el personaje de Naomie Harris, que le sirve a la Serkis para construir algunos de los momentos mas disfrutablemente desquiciantes de la película.
Pero, a su vez, Venom: Habrá Matanza se presenta como un subproducto mucho más orgulloso de sí mismo. Esta vez, el histrionismo de Hardy casa de maravilla con su propia película. A su vez, Harrelson, ejerce a la perfección de contrapeso desorbitado para conseguir que Venom quede relegado al héroe (muy a su pesar). Y es que lo que Serkis consigue es adaptar el concepto a un nivel distinto. Dejar de buscar la grandeza y abordar un carácter que es pura serie B de gran presupuesto. Un entretenimiento desvergonzado que por momentos nos acerca a aquellos superhéroes de principios de los dos mil que a muchos nos gusta reivindicar con la boca pequeña de vez en cuando (si te estamos mirando a ti, Daredevil de Ben Affleck), y creednos que decimos esto desde un punto de vista positivo. Esta segunda entrega coquetea con aquellos productos en que el concepto superheróico aún se encontraba en fase embrionaria y la ligereza abordaba de un modo mas directo al sano entretenimiento.
Y es que el mayor éxito de esta secuela es conseguir duplicar la capacidad de entretener que tenía su predecesora. Estamos ante una película terriblemente divertida, ágil, boba y directa. Realmente efectiva cuando abraza la buddy movie y sin dobles raseros, incluso a la hora de abordar algunos fuera de campo realmente aberrantes a la hora de sugerir la violencia. Todo lo malota que Venom pueda parecer nace de la mera boquilla, pero el tono socarrón con el que juega realmente la hace encomiable.
Por desgracia la problemática principal sigue ahí. La sobreprotección del público por parte de un estudio que desdibuja el personaje hasta transformar al alienígena en una especie de niño malcriado y llorón que, a ojos del fan mas purista, es una aberración. Y es que no nos va a quedar otra que resignarnos y aceptar la imposibilidad de la propia adaptación si esta quiere volver a llegar al público que la ha llevado a un éxito tan bestial como el que ha conseguido.
Y, por cierto, aún que a día de hoy no queda ya ningún aficionado al género superheroico que no se quede hasta el final de los créditos, no se os ocurra levantaros de la silla al terminar. La secuencia post-créditos va a hacer que los meses venideros se nos hagan muy largos.
A recordar: el carácter de videoclub construido a base de millones. La serie B de la clase A.
A Olvidar: La adaptación que a todos nos gustaría ver. Por que no parecer que vaya a llegar pronto.